Este artículo fue publicada en el nº 2 de SAVERIO Revista cruel de teatro: SER OTRO - Las técnicas del actor en la construcción de acciones y personajes, en el mes de julio de 2008.

Al fin y al cabo, todo proceso creativo es el establecimiento de una relación poética, es decir, entrar en contacto con la fuente. Esto supone un distanciamiento con las formas históricas de ser y de hacer. Colocarse en “otro” lado, un posicionamiento dorsal de acecho, a la espera de que sucedan los acontecimientos artísticos. Una forma de producción antihistórica. Ese posicionamiento de búsqueda poetizante  no es pasivo. Se trata de una acción inicialmente fría, es una maniobra técnico-formal lo que crea las condiciones de un suceso artístico. Primero es un tanteo, el cruzamiento de niveles materiales, un juego de roces del espacio, el cuerpo y la palabra.
  La búsqueda de un (como diría Bacon) “accidente” que nos permita ir más allá. Un accidente es una máscara temáticoaparente con la que se puede profundizar esa forma de producción poetizante, es el sentido de hacerla más plena y potente, más radiactiva de su nivel. Toda obra artística es, ante todo, una relación con la fuente poética, pero sucede que esa relación necesita enmascararse para poder producirse. Cuando uno va al teatro va a ver algo más que Hamlet, Antígona o Fin de Partida. Va a ver y a sentir algo que va más allá de esos temas aparentes y que es: la operación misma del teatro: la relación con lo otro, la reencarnación del cuerpo, del tiempo, de la presencia; la naturaleza física y misteriosa de la que somos fruto podrido y luminoso a la vez. Histórico y sagrado.
  Esa escrutación, que la obra de arte realiza para desocultar la capacidad y la naturaleza humana más básica (la poetizante), sólo puede realizarse a través de máscaras, como el aparente tema, el aparente personaje, la aparente situación.
  En nuestro trabajo llamamos “el tema” al nivel poético que queda desatado por la forma de producción técnico-escénica a través del actor. Y llamamos “el tema aparente” a la máscara con que se lleva adelante esa búsqueda. El “tema aparente” es la escafandra con la que los actores desatan el proceso de inversión del tiempo, el espacio, el cuerpo y la palabra.
  Nuestra escena es el intento de reestablecer “el tema” mediante una técnica particular que utiliza los temas aparentes como una máscara imprescindible. Las máscaras tematicoaparentes son el punto de encaje donde confluyen actores y espectadores. Son un puente que permite abordar la presencia de unos con otros, de escena y público. Los actores son parte de la realidad aparente; y a la vez son embajadores del hombre histórico en la despresencia, en el destiempo, en el desaire. Las noticias que traen de allí son comunicadas a través de esas máscaras más o menos deformadas por su contacto con las aguas del “tema”. El tema aparente es la superficie de inscripción de una reacción química y física que queda en él representada, dando así testimonio de la presencia y de la patencia del tema. Es así que nuestra búsqueda se ha centrado desde sus comienzos, al principio más intuitivamente, luego con razones que surgían de la práctica, en el establecimiento de una forma de producción que contemple todos los niveles materiales que están implicados en la escena teatral y los ponga a funcionar en una relación poetizante.
  Después de mucho investigar, fuimos dando paulatinamente con una fórmula que nos permite funcionar y expresar sintéticamente nuestra operación. Esta fórmula, que unifica nuestra experiencia y la representa, puede expresarse así:

DISCONTINUIDAD
EL ESPACIO-EL CUERPO-LA PALABRA
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DISCONTINUIDAD

  El tiempo podría ser la línea que separa los dos niveles (estamos viendo si es así). La composición espacial junto con sus reconfiguraciones es discontinua. El cuerpo y sus diversificaciones también, al igual que la palabra y sus relaciones asociativas.
  En la interrupción de la línea de acción aparece la posibilidad de ser interceptado por lo otro. De modo tal que, al ligarse lo que venía dándose con lo que irrumpe en el corte, se crea una nueva relación, siempre excitante, que no estaba prevista y que pone a funcionar nuestras capacidades de ligar y engendrar lo mismo y lo otro en un pulso sacro-profano que inevitablemente da consigo. 
  Ahora bien, esta forma de producción tiene estrategias que le permiten producirse y avanzar hacia la unidad dramática sin perder su capacidad poetizante sino, por el contrario, acendrándola.
  Sería largo de citar aquí, pero basta decir que el cruzamiento de una serie de temas aparentes, de máscaras en un punto que es el aquí y ahora de la escena, a través de una técnica de discontinuidad, siempre encuentra una relación profundamente artística en el sentido de ligar el mundo con su fuente. Cuando se desata lo poético queda claro por contraste hasta qué punto el mundo histórico es una etapa primitiva de las capacidades más útiles y creadoras del hombre.
  El arte está para eso: para revelarnos, revelando ese sentimiento tapado por el miedo al que los fetichistas llaman Dios: la condición radiante y poética del ser.